jueves, 26 de abril de 2012

Desarrollo Embrionario del oido

Desarrollo Embrionario del Oído Vilma Quijano Cubero Jenniffer Moreno Delgado   De los cinco órganos de los sentidos, la vista y el oído, considerados como telerreceptores porque captan estímulos producidos a distancia, son los más relevantes para el ser humano. No obstante, la audición tiene una importancia muy especial, porque es la puerta de entrada del lenguaje, con lo que propicia el desarrollo del mismo en la persona que capta el de sus semejantes. Los niños aprenden a hablar oyendo y si su problema de audición es de nacimiento, no pueden desarrollar lenguaje, razón por la cual tienen una doble discapacidad: no reciben mensajes y no aprenden a elaborar los propios. Al ser la audición el punto de partida de la principal característica distintiva del ser humano que es el lenguaje, su ausencia o su disminución implican consecuencias personales, familiares, sociales, educativas y culturales de gran importancia. Un niño que no oye, no solo no puede aprender a hablar, sino que tampoco puede apropiarse de la lectura y la escritura que es la base del desarrollo cultural. Un adulto que habiendo oído deja de tener esa función, presenta graves limitaciones de relación interpersonal que pueden afectar muy importantemente su vida personal en todos sus aspectos. Oír es hablar. Hablar es la principal consecuencia funcional de la audición. Nadie aprende a leer y escribir si previamente no ha consolidado su código lingüístico oral. Por esto y más, la audición debe considerarse, sin lugar a dudas, como uno de los más grandes dones funcionales del ser humano.   Desarrollo embrionario del oído Desarrollo del oído interno De las tres divisiones anatómicas del oído es la primera que se desarrolla. En el inicio de la cuarta semana aparece un engrosamiento del ectodermo superficial, la placoda ótica, a cada lado del mielencéfalo, la parte caudal del cerebro caudal. Influencias inductivas del notocordio y el mesodermo paraxil estimulan el ectodermo de superficie para formar las placodas óticas. Poco tiempo después cada placoda ótica se invagina y hunde en la profundidad del ectodermo superficial, dentro del mesénquima subyacente. De esta manera se forma una fóvea ótica cuyos bordes se unen pronto entre sí y se fusionan para formar una vesícula ótica, el primordio del laberinto membranoso. La vesícula ótica pierde su conexión con el ectodermo superficial. A partir de esta vesícula crece un divertículo que se alarga para formar el conducto y saco endolinfáticos. Ahora pueden identificarse dos regiones de la vesícula ótica: • Una porción utricular dorsal, a partir de la cual surgen el conducto endolinfático, el utrículo y los conductos semicirculares. • Una porción sacular ventral, que origina el sáculo y el conducto coclear; este conducto contiene el órgano espiral (corti). A partir de la porción utricular del laberinto membranoso en desarrollo crecen tres divertículos planos en forma de disco. En poco tiempo se fusionan y desaparecen las porciones centrales de las paredes de estos divertículos. Las partes periféricas sin fusionar los divertículos se transforman en conductos semicirculares. Estos se unen con el utrículo y después se encierran en los conductos semicirculares del laberinto óseo. En uno de los extremos de cada conducto semicircular se desarrollan unas dilataciones localizadas, las ampollas. Terminaciones nerviosas sensoriales se diferencian en estas ampollas y el utrículo y sáculo (máculas utricular y sacular). A partir de la porción sacular, ventral, de la vesícula ótica crece un divertículo tubular que se llama conducto coclear y que se arrolla para formar la cóclea membranosa. Entonces se forma una conexión de la cóclea con el sáculo, el ductus reuniens. El órgano espiral (de corti) se diferencia a partir de células de la pared del conducto coclear. Las células ganglionares del octavo par craneal migran a lo largo de las espiras de la cóclea y forman el ganglio espiral (ganglio coclear). A partir de este ganglio se extienden procesos nerviosos hacia el órgano espiral, donde terminan en células piliformes. Las células del ganglio espiral conservan su estado bipolar embrionario; es decir, no se tornan unipolares como las células ganglionares raquídeas. Influencias inductivas de la vesícula ótica estimulan el mesénquima que la rodea para que se condense y diferencie en una capsula otica cartilagenosa. Los resultados de los estudios histoquímicos e in vitro sugieren que el factor beta, de transformación del crecimiento puede tener cierta función en la modulación de la interacción entre el epitelio y el mesénquima en el oído interno y en la dirección del desarrollo de la cápsula ótica. A medida que el laberinto membranoso crece, en la cápsula ótica cartilagenosa aparecen vacuolas que pronto coalescen para formar el espacio perilinfático. Ahora el laberinto membranoso se encuentra suspendido en el espacio perilinfático, en medio de un líquido que se llama perilinfa. El espacio perilinfático que se relaciona con el conducto coclear desarrolla dos divisiones, la escala (rampa) timpánica y la escala vestibular. De manera posterior, la cápsula ótica cartilagenosa se osifica para formar el laberinto óseo del oído interno, el cual alcanza el tamaño y la forma del adulto hacia la mitad del período fetal (20 a 22 semanas). Desarrollo del oído medio La parte proximal del receso tubotimpánico forma la tuba faringiotimpánica (tuba auditiva). La parte distal del receso tubotimpánico se expande y se transforma en la cavidad timpánica que envuelve gradualmente los huesecillos auditivos (martillo, yunque y estribo), sus tendones y ligamentos y el nervio cuerda del tímpano. Todas esas estructuras reciben un recubrimiento epitelial más o menos completo. A partir de un estudio en embriones humanos tempranos y en fetos se sugirió que, probablemente, un organizador tipo epitelial que se localiza en la punta del receso tubotimpánico desempeña alguna función en el desarrollo del oído medio y de la membrana timpánica. (Michaels, 1988). Durante el período fetal tardío, las expansiones de la cavidad timpánica originan el antro mastoideo, ubicado en la porción petromastoidea del hueso temporal. Al nacer, el antro mastoideo tiene casi el tamaño del adulto; sin embargo, en recién nacidos no se encuentran células mastoideas. A los dos años de edad las células mastoideas se desarrollan bien y producen esas proyecciones cónicas de los huesos temporales llamadas procesos mastoideos. El oído medio continúa su crecimiento durante toda la pubertad. El tensor del tímpano, el músculo que se une con el martillo, deriva del mesénquima del primer arco braquial y es inervado por el NC V, el nervio de este arco. El músculo del estribo deriva del segundo arco, y en consecuencia, recibe su inervación del NC VII, el nervio de dicho arco. Desarrollo del oído externo El meato acústico externo se desarrolla dorsal del primer surco braquial (faríngeo). En el fondo de este tubo, las células ectodérmicas proliferan en forma de embudo y constituyen una placa epitelial sólida que se llama tapón meatal. De manera posterior, en el período fetal, las células centrales de este tapón se degeneran, por lo que forma una cavidad que se constituye en la parte interna del meato acústico externo (conducto auditivo externo). Al nacer este meato es relativamente corto y por ello se debe tener cuidado de no lesionar la membrana timpánica. El meato acústico alcanza su longitud de adulto hacia los nueve años de edad. El primordio de la membrana timpánica es la primera membrana braquial (faríngea), que se separa el primer surco braquial (faríngeo) de la primera bolsa faríngea. Conforme el desarrollo prosigue, el mesénquima crece entre las dos partes de la membrana branquial y después se diferencia hacia las fibras de colágena de la membrana timpánica. El recubrimiento externo (piel muy delgada) de la membrana timpánica se deriva del ectodermo superficial, mientras que el interno proviene del ectodermo del receso tubotimpánico. En resumen, la membrana timpánica tiene tres orígenes: Ectodérmico, del primer surco branquial (faríngeo). Endodérmico, del receso tubitimpánico que proviene de la primera bolsa faríngea. Mesodérmico, del primero y segundo arcos branquiales (faríngeos). El pabellón auricular se desarrolla a partir de seis tumefacciones mesenquimatosas en el primer y segundo arcos faríngeos. Estas prominencias (montículos auriculares) rodean los bordes del primer surco branquial. A medida que la oreja crece, la contribución del primer arco se reduce. El lóbulo es la última parte en desarrollarse. Las orejas inician su desarrollo en la parte craneal de la región del futuro cuello. Conforme la mandíbula se desarrolla, las orejas se mueven hacia su posición normal a los lados de la cabeza. Los oídos externos continúan su crecimiento durante toda la pubertad. Las partes de la oreja que derivan del primer arco branquial reciben inervación de una rama del nervio de este arco, la mandibular (maxilar inferior) del trigémino; las partes que derivan del segundo arco reciben su inervación de ramas cutáneas del plexo cervical, en especial de los nervios occipital menor y auricular mayor. El nervio facial del segundo arco faríngeo contribuye con pocas ramas cutáneas; algunas de sus fibras participan en la inervación sensorial de la piel de la región mastoidea y probablemente en áreas pequeñas de ambas caras de la oreja. Desarrollo de la oreja Se desarrolla a partir de la quinta proliferación mesenquimática de los extremos dorsales del primer y segundo arco faríngeo. Asciende luego al maxilar inferior al nivel de los ojos a ambos lados de la cabeza. El OÍDO El oído es un órgano conformado de tres partes: • oído externo • oído medio • oído interno Las dos primeras partes -oído externo y medio- son las encargadas de recoger las ondas sonoras para conducirlas al oído interno y excitar una vez aquí a los receptores de origen del nervio auditivo. El oído externo comprende dos partes: el pabellón y el conducto auditivo externo. Por su parte, el oído medio está formado por un conjunto de cavidades llenas de aire, en las que se considera tres importantes porciones: la caja del tímpano conformada por tres huesecillos -martillo, yunque, estribo- , la trompa de Eustaquio íntimamente relacionada con las vías aéreas superiores (rinofaringe). El oído interno también tiene su complejidad y está comprendido por el laberinto óseo y membranoso. De este último nacen las vías nerviosas acústicas y vestibulares. Las cavidades del laberinto están llenas de líquido endótico (endolinfa y perilinfa), que al movilizar las distintas membranas estimulan las células ciliadas internas y externas. El laberinto, cuya función principal es la de mantener la orientación espacial y el equilibrio estático y dinámico del individuo, consta de tres partes: el vestíbulo, los conductos semicirculares y el caracol. ¿Cómo funciona? Explicaremos aquí la forma en que el sonido estimula el oído humano y envía a los centros de la audición la sensación sonora. Este proceso que parece simple pero que no lo es tanto, cuenta de dos partes: la transmisión mecánica del impulso sonoro y la correspondiente a la percepción propiamente dicha que tiene lugar en el oído interno. Aparato de Conducción o Transmisión de la onda sonora El oído externo no reviste demasiada importancia en el hombre, ya que se ha comprobado mediante estudios que el pabellón auricular aumenta solamente la audición en una mínima parte. Los músculos que aquí intervienen están atrofiados y la oreja se encuentra pegada a la cabeza e inmóvil. Ocurre casi completamente lo contrario en algunos animales como los cérvidos (ciervo), equinos (caballo), felinos (gato) entre otros, porque ellos sí tienen un buen desarrollo de la concha auricular y los músculos auriculares tienen la movilidad necesaria para desplazarse a voluntad. Esto es lo que les permite, además de aumentar en parte la audición, lograr movimientos de rotación para encontrar el origen de la fuente sonora. El conducto auditivo es de forma sinuosa, impidiendo de esta manera que ingresen partículas extrañas y se proyecten sobre el tímpano. Su forma cilíndrica hace que éste funcione como un resonador acústico. El tímpano recoge la onda sonora proyectada en su superficie, comportándose de diferente forma según las diferentes frecuencias. Ya en el oído medio, la cadena de huesecillos toma las vibraciones proyectadas sobre el tímpano y las conduce a la ventana oval (oído interno). Es decir que la membrana del tímpano conduce el sonido hacia el oído interno a través de la cadena de huesecillos que actúa como un todo. Esta cadena está sostenida dentro de la caja timpánica por músculos y ligamentos que le dan la movilidad necesaria para conducir el estímulo sonoro. Los músculos timpánicos se combinan de tal manera que se contraen al mismo tiempo formando una unidad de defensa ante los ruidos intensos, es decir que oficia de amortiguador del sonido a altas intensidades. La contracción en forma permanente de estos músculos causaría un descenso importante del umbral auditivo, principalmente en los tonos bajos. Dicha contracción es siempre simultáneamente y en ambos oídos. La trompa de Eustaquio es el nexo de comunicación de la caja timpánica con la faringe cumpliendo dos funciones: neumática (reviste interés audiológico) y evacuatoria. Cuando existe dentro de la caja menor presión que la del medio ambiente ocurren una serie de fenómenos reflejos que deben equilibrar las presiones ingresando el aire a través de la trompa. Dicho equilibrio es necesario para que la transmisión del sonido por el oído medio sea normal. Si en cambio la presión es mayor que la del medio ambiente, tiene lugar el reflejo de deglución o fenómenos como la tos y el bostezo, permitiendo la contracción de los músculos. La trompa de Eustaquio se abre y deja pasar aire a las cavidades del oído medio. Ahora bien, el oído interno es un espacio lleno de líquido y está abierto sólo por dos ventanas oval y redonda. En la primera tenemos un pistón que es la platina del estribo y en la segunda una membrana elástica llamada también "tímpano secundario". Al ejercer una presión en una de ellas, ésta se transmite por los líquidos perilinfáticos debiendo descomprimirse por la otra. La onda sonora se transmite entonces por los líquidos endóticos y va a impresionar la membrana basilar en un lugar específico, correspondiente a una determinada frecuencia, los agudos en la base y los graves en el extremo del caracol (helicotrema). Aparato de Percepción Es en la cóclea donde ocurre la transformación de energía mecánica en eléctrica mediante un fenómeno mecánico-químico-eléctrico que tiene lugar en la membrana basilar. ...al hundirse la platina del estribo dentro del espacio perilinfático produce movimientos en este líquido, el cual se transmite a lo largo del laberinto membranoso formando torbellinos que se extienden hasta el helicotrema. Debido a la resistencia ejercida por las distintas paredes y al impulso mecánico de progresión, se generan presiones en la endolinfa a través de la membrana de Reissner y en la basilar que está situada debajo de ella..." Esta energía bioeléctrica es conducida por el VIII par craneal a los centros nerviosos y de ahí a las localizaciones acústicas de la corteza cerebral, en la cual se integran los sonidos tomando conciencia de la imagen acústica. Audición prenatal En el estudio sobre la audición en el feto, podemos disociar tres tópicos: la estructura acústica del entorno fetal que puede permitir la transmisión de sonidos, la maduración del sistema auditivo que determina el inicio del funcionamiento de la capacidad auditiva y las evidencias del funcionamiento auditivo prenatal. Respecto a la estructura acústica, hay argumentos empíricos para creer que, en el útero, no sólo se oyen ruidos de la madre y del feto, sino que también se registran ruidos de procedencia externa, incluyendo sonidos de habla (Lecanuet, 1998). Estos sonidos son fundamentalmente de frecuencia baja, de 500 a 700 Hz, por debajo de los 10kHz. A pesar de que la transmisión del sonido a través de la cavidad ámnica ha sido descrita suficientemente, se desconoce la proporción de las presiones acústicas que llegan al aparato auditivo, dado que también depende del modo de transducción que se produceen el feto (a través de los fluidos que llenan el oído o de conducción ósea). A partir de la extrapolación de estudios con ovejas, se concluye que la distribución tonotópica de la cóclea cambia durante la maduración (Rubel y Ryals, 1983) y que el oído del feto se estimula a partir de señales de frecuencia baja (inferiores a 125 Hz). Estas señales, en el feto, se codifican en las células ciliadas que posteriormente codificarán señales de frecuencia alta (Abrams, Gerhardt y Peters, 1995). La cóclea alcanza dimensiones adultas alrededor de los cinco meses de gestación. En el feto humano, es a esta edad cuando se produce la inervación de las células ciliadas externas, y entre los seis y los siete meses cuando aparecen las primeras sinapsis consideradas maduras (Pujol, Lavigne-Rebillard y Uzile, 1991). Probablemente, la maduración del oído interno finaliza durante el octavo mes, con la organización de las conexiones aferentes y eferentes. En relación a las respuestas conductuales, no se puede concluir de forma precisa lo que ocurre, en el feto, en la audición a los tonos puros. No hay acuerdo respecto al contenido del estímulo que tiene una mayor propensión para provocar esas respuestas: son las frecuencias altas o las bajas las que tienen esa mayor propensión. Según Lecanuet (1998), la experiencia prenatal puede convertirse en un tipo de aprendizaje específico cuyos efectos se evidenciarán en algunas situaciones de después del nacimiento. Los sonidos pueden provocar, más o menos selectivamente, el llanto del recién nacido o respuestas de orientación. Los estímulos pueden perder esas propiedades de evitación si el niño ha sido expuesto a ellos durante el período uterino. Algunos argumentos a favor del funcionamiento del sistema auditivo del recién nacido provienen de las investigaciones que han utilizado sonidos musicales (Feijoo, 1981; Hepper, 1988) u otros tipos de sonidos y ruidos (Ando y Hattori, 1970, 1977) y de los estudios con niños prematuros, los cuales muestran que, una vez que éstos han pasado las primeras horas críticas, muestran evidencia de respuesta auditiva. De forma que, con un cierto soporte empírico, podemos asegurar que el recién nacido no es sordo. No obstante, tenemos pocas evidencias de que realice discriminaciones tonales o respuestas diferenciales correlacionadas con algunas características de complejidad del sonido. Perspectiva psicofisiológica del desarrollo auditivo Durante los primeros años, el sistema auditivo se convierte en una estructura progresivamente más compleja. Los cambios más pronunciados ocurren en el útero, primero en el embrión y después en el feto, pero el desarrollo auditivo no cesa en el nacimiento. En el niño concurren diversos procesos de tipo mecánico que van a dar lugar a la estructura final. Existen diferencias evidentes entre el oído externo del niño y el del adulto de consecuencias funcionales. El canal auditivo infantil es de menor longitud, dando lugar a efectos desiguales de resonancia que se traducen en diferencias perceptivas de tonalidad: los niños, con relación a los adultos, perciben la tonalidad más aguda y manifiestan un sesgo en la localización del sonido debido a la mayor presencia de frecuencias altas. Por otra parte, los niños poseen una menor separación interaural que afecta a la fiabilidad de las informaciones que proporcionan las diferencias interaurales de tiempo de llegada, de intensidad, de fase y espectrales para la localización espacial del sonido. Los datos anatómicos sobre el oído medio demuestran que las dimensiones de los huesecillos alcanzan un grado parecido al de los adultos en el octavo mes de gestación. El tamaño del tímpano no es como el del adulto hasta el segundo año de vida. El reflejo acústico o estapedial aparece durante las primeras semanas, aunque el neonato requiere mayores intensidades para producirlo. Por otra parte, la menor longitud y diámetro de la trompa de Eustaquio del niño aumenta el riesgo de infecciones, pudiendo provocar graves repercusiones. La mielinización continúa después del nacimiento: las mielinizaciones del nervio auditivo y del tronco encefálico se completan en torno a los 6 meses de edad, pero la de las vías que van a la corteza auditiva continúa hasta aproximadamente los 5 años (Boothroyd, 1997). Las respuestas de amplitud y latencia del nervio alcanzan niveles adultos alrededor del mes de vida. Los componentes posteriores de las respuestas auditivas del tronco encefálico son similares a los de los adultos sobre el año de vida. Según el trabajo, anteriormente mencionado, de Pasman et al. (1999), con potenciales corticales, entre los 4 y los 6 años se produce el segundo período de transición. No obstante, las respuestas de latencia media, las cuales reflejan la actividad de la corteza auditiva, no están completamente maduras hasta los 14-16 años (Pasman et al., 1999). En definitiva, podemos decir que el desarrollo del sistema auditivo del niño es relativamente completo, pero que su refinamiento continúa a lo largo de la infancia y de la adolescencia. Percepción de la sonoridad La sonoridad es el atributo psicológico que nos permite situar los sonidos más fuertes en un extremo y los más débiles en el otro. Aunque la intensidad del estímulo es la dimensión física más determinante para la sonoridad, la frecuencia también puede modificarla pese a que la intensidad del estímulo sea la misma (López-Bascuas, 1999). Un grupo de estudios evidencia que las diferencias entre umbrales absolutos de niños y de adultos se hallan entre 20 y 30 dB. Estas diferencias se obtuvieron en condiciones de campo sonoro (Trehub, Schneider y Endman, 1980). Un segundo grupo de estudios demuestra que las diferencias tan sólo son del orden de 8 a 18 dB (Schneider, Trehub y Bull, 1980). En éstos, los estímulos fueron presentados mediante auriculares. Las diferencias entre umbrales con auriculares y los medidos en campo sonoro decrecen a la edad de un año (Olsho et al., 1988). Este decremento hace pensar que, a esta edad, las dimensiones del canal auditivo ya se asemejan a las del adulto. Aun así, los umbrales absolutos con enmascaramiento no son similares a los adultos hasta los 5 o 6 años de edad (Boothroyd, 1997). Sin embargo, Schneider, Trehub, Morrongiello y Thorpe (1989) indican que hay un descenso casi lineal entre los 6 meses y los 10 años de edad. Con respecto a la discriminación de intensidad, Sinnott y Aslin (1985) obtuvieron los umbrales diferenciales de 26 niños de edades comprendidas entre los siete y nueve meses. Los valores se establecieron entre los 3 y los 12 dB, a diferencia de los adultos, en los que se situaban entre 1 y 2 dB. Esto es así cuando se utiliza un método ascendente de presentación de la intensidad; cuando se utilizaba el método decreciente, los niños no respondían en ninguna de las dos técnicas usadas (giro condicionado de la cabeza y una técnica de adaptación). Según los autores, la aparente incapacidad del niño de esta edad para discriminar el decremento de intensidad sugiere que el sistema nervioso central del niño no controla el ritmo decreciente de las neuronas auditivas periféricas. Percepción de la tonalidad Los estudios sobre desarrollo auditivo han abordado la cuestión de la tonalidad a partir del examen de diferentes capacidades auditivas relacionadas con la percepción de la tonalidad. En este apartado, presentaremos las conclusiones sobre cuatro de estas capacidades: low pitch, sensibilidad frecuencial, resolución o selectividad frecuencial, y discriminación frecuencial. El concepto de low pitch describe el fenómeno en el cual la frecuencia fundamental no se halla presente en la señal de un tono complejo periódico, sin embargo seguimos percibiendo su tonalidad (Fletcher, 1924). Puede considerarse como un tipo de constancia perceptiva y reafirma la idea de no linealidad del sistema auditivo. Algunas investigaciones apoyan la noción de que el low pitch involucra los procesos centrales del sistema auditivo (Houtsma y Goldstein, 1972; Zartorre, 1988). Los niños de cuatro meses no perciben low pitch de forma similar a los adultos (Bundy, Colombo y Singer, 1982), aunque un 78% de los niños de siete meses ya son competentes en este procesamiento (Clarkson, 1992). La sensibilidad frecuencial en los niños, durante los primeros meses de vida, es relativamente más susceptible a frecuencias altas (superiores a 4 kHz) y durante el desarrollo temprano aumenta la sensibilidad a frecuencias bajas (Trehub et al., 1980). A los 6 años, la sensibilidad a diversas frecuencias es significativamente inferior a la de adultos, no obstante a los 10 años obtienen valores similares a éstos (Elliott y Katz, 1980; Yoneshige y Elliott, 1981). Los conceptos de resolución frecuencial y selectividad frecuencial definen la capacidad auditiva para distinguir una señal de una frecuencia determinada en presencia de señales de frecuencias circundantes. Para el estudio de la resolución frecuencial se han utilizado dos métodos con resultados controvertidos. Los estudios que han utilizado el método del ruido horadado (López-Bascuas, 1999) concluyen que los niños no consiguen un rendimiento similar al de los adultos hasta, como mínimo, los cinco años (Irwin, Stillman y Schade, 1986; Veloso, Hall y Grose, 1990; Hall y Grose, 1991). En cambio, los estudios que han utilizado el método de enmascaramiento basado en el espectro de potencia (López-Bascuas, 1999) indican la relativa similitud entre las curvas de sintonía psicoacústica de los niños muy pequeños y de los adultos (Boothroyd, 1997). Utilizando este segundo método, la amplitud de las bandas críticas cambia muy poco desde la infancia a la edad adulta (Olsho, 1985; Irwin et al., 1986; Schneider, Morrongiello y Trehub, 1990), aunque los umbrales con enmascaramiento son significativamente mayores en los niños que en los adultos. Probablemente, la fuente más importante de este cambio de desarrollo es una transformación de tipo no lineal en la representación de la intensidad, ya que las dimensiones de la banda crítica no cambian sustancialmente con la edad. La fuente de este cambio no lineal puede encontrarse en el procesamiento central. La discriminación de la frecuencia es muy pobre a los seis meses. Los umbrales diferenciales en niños de siete a nueve meses se establecen en un intervalo de 11 a 29 Hz, mientras que los de los adultos se distribuyen entre los 3 y los 5 Hz (Sinnot y Aslin, 1985). Estudios del ámbito musical indican que el desarrollo de la representación de la tonalidad comienza alrededor de los seis años (Briggs, 1991; Zimmerman, 1993) y entre los siete y los nueve años se produce un perfeccionamiento de esta representación (Wilson, Wales y Pattison, 1997). Percepción auditiva del espacio Un espacio auditivo está constituido por los sonidos que llegan hasta nosotros en una situación ambiental concreta. Existe abundante evidencia según la cual la formación del espacio auditivo no depende exclusivamente del sistema auditivo, la idea de que la representación del espacio depende de la interacción de diversos sistemas perceptivos está vigente. Piaget y Inhelder (1967) afirmaban que el niño representa, en un primer momento, diferentes espacios que, con el desarrollo, se funden en un espacio común. La actividad del neonato determinaría una serie de espacios sin coordinar (bucal, auditivo...) que al cabo de dos años se percibirían inmersos en uno solo. Sea como fuere, en este apartado nos interesa conocer en qué momento del desarrollo el niño consigue un funcionamiento similar al del adulto. Percepción auditiva de la dirección espacial Para determinar el desarrollo de la localización auditiva espacial se han utilizado fundamentalmente las técnicas de giro de la cabeza y de la mirada (Litovsky y Ashmead, 1997). Los neonatos giran la cabeza hacia el hemisferio en el cual está la fuente de sonido. Los estímulos más adecuados para provocar una respuesta de orientación en el niño son los compuestos por bandas amplias de frecuencia alta, superiores a 3.000 Hz (Morrongielo y Clifton, 1984). La capacidad se manifiesta hasta el primer mes, desapareciendo a esta edad y reapareciendo a los cuatro meses, ahora con una latencia de respuesta mucho menor, de 1 segundo aproximadamente. (Field, Muir, Pilon, Sinclair y Dodwell, 1980; Muir, Clifton y Clarkson, 1989). Muir y Clifton (1985) fundamentan su explicación en la maduración de los mecanismos centrales; así, la respuesta de orientación a los cuatro meses pasaría de ser un reflejo subcortical a una respuesta cortical de carácter volitivo. El efecto de precedencia define la percepción de un solo sonido a partir de la presencia de los dos estímulos sonoros emitidos desde diferentes lugares en un corto espacio de tiempo. Los niños manifiestan este efecto, girando la cabeza hacia el primer sonido, a los cuatro meses de edad (Muir et al., 1989). Según Muir et al. (1989), la maduración del sistema central auditivo a esta edad también se reflejaría en el efecto de precedencia. Percepción auditiva de la distancia Peris y Clifton (1988) realizaron el primer estudio sistemático de audición de la distancia en niños, utilizando como evidencia el estiramiento de brazos. El estudio demuestra que los niños no estiran los brazos ante los sonidos que no están a su alcance. La conclusión es que los niños de seis meses pueden confiar en la información auditiva para realizar una discriminación dicotómica de la distancia. La clave más importante para la estimación de la distancia a partir de la información auditiva es la sonoridad que provoca el suceso acústico. Litovsky y Clifton (1992) centraron su estudio evolutivo, en esta clave de distancia percibida. Hallaron que los niños de seis meses tienen una capacidad básica para discriminar entre las fuentes que están a su alcance y las que no lo están, aunque no ejecutan esta tarea únicamente a partir de la clave de sonoridad. Parece probable que la competencia en esta capacidad tenga una considerable supeditación a la experiencia. Reconocimiento auditivo El reconocimiento y la retención de sonidos parece estar relacionado con experiencias emocionales anteriores. En el estudio realizado por Pich (1988) se manifiestan dos estilos perceptivos diferenciados. El primero, propio de los niños de menor edad, que ante una situación en la que se les presenta un sonido nuevo, imprevisto, o fuera de su contexto habitual, tienden de forma inmediata a asimilarlo a una experiencia anterior, relacionada con el sonido y casi siempre emocional (hipótesis emocional). El otro estilo perceptivo corresponde a niños de mayor edad, así como avanza la edad el niño analiza más cuidadosamente los indicadores sensoriales del sonido y esto le lleva, en determinados casos, a la duda o a manifestar desconocimiento, permaneciendo atento hasta el final del estímulo emitir la respuesta. (Pich, 1988). De lo expuesto sorprende la dificultad para establecer una edad aproximada en la que el desarrollo auditivo haya alcanzado el grado de adulto. Por ejemplo, hemos señalado que el niño manifiesta una sensibilidad relativa, aunque no absoluta, a frecuencias altas respecto a la capacidad del adulto. Ello puede deberse a una razón de desarrollo: la sensibilidad a frecuencias altas se desarrolla primero que la sensibilidad a frecuencias bajas. No obstante, también existe una explicación alternativa según la cual la población adulta padece una pérdida de sensibilidad a frecuencias altas como consecuencia de los efectos a la exposición a determinados ruidos del entorno, del consumo de ciertas sustancias y del natural envejecimiento. Parece ser que, a nivel fisiológico, la sensibilidad a frecuencias altas es más frágil que a frecuencias bajas. Bredberg (1968), en un estudio experimental con adolescentes, comprobó una pérdida de receptores auditivos en la zona basal de la cóclea, zona responsable de la recepción sensorial de las frecuencias altas. De forma que la mencionada diferencia de sensibilidad, así como otros efectos, pueda deberse a la inmadurez de la audición del niño o bien a la decadencia de la del adulto. De forma general, podemos concluir que algunas capacidades auditivas se desarrollan en etapas muy tempranas; en cambio, otras, y según el estudio que tomemos, parecen madurar a edades relativamente altas, más allá de la adolescencia. Cabe la posibilidad de que estas variaciones sean reflejo de la complejidad de la función auditiva, de la diversidad de tareas y medidas utilizadas, o bien de una combinación de ambas cosas. Consideramos que transitoriamente debemos observar las conclusiones presentadas a lo largo del documento de forma individual, dado que no poseemos modelos que puedan aunar los resultados de los diversos apartados. En nuestra opinión, el estudio del desarrollo auditivo humano adolece en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, no poseemos datos sobre algunos de los tópicos que deben conformar un estudio sistemático del desarrollo auditivo, por edades y por funciones o tareas auditivas, como por ejemplo sobre el reconocimiento auditivo, la audición del movimiento o de la distancia. En segundo lugar, se hace perentoria la conveniencia de generar modelos que integren y armonicen la heterogeneidad de los resultados de las últimas décadas, en una confluencia fructífera de la psicología evolutiva y de la orientación más experimentalista de la psicología. Sin embargo, nos atreveremos a exponer una breve reseña de los estudios comentados a lo largo del documento: En el nacimiento, la capacidad auditiva es funcional, aunque con una competencia muy limitada. Durante los primeros años, el niño es relativamente más sensible a los tonos agudos que a los graves. El niño consigue la competencia sobre el low pitch muy pronto, alrededor de los 7 meses. Los estudios sobre resolución frecuencial que han utilizado el método de enmascaramiento basado en el espectro de potencia indican la relativa similitud entre las curvas de sintonía psicoacústica de los niños muy pequeños y de los adultos. En cambio, los estudios que han utilizado el método de ruido horadado establecen que los niños no alcanzan un nivel de rendimiento similar al de los adultos hasta, como mínimo, los 5 años. Los estudios de discriminación frecuencial también indican esta edad como inicio de un buen rendimiento, los estudios sobre desarrollo de la percepción musical señalan que empieza a perfeccionar la representación tonal. Los umbrales absolutos con enmascaramiento y la sensibilidad frecuencial presentan datos similares: algunos autores consideran que los niños no alcanzan valores de adultos hasta, al menos, los 5 años; otros autores indican que esta equiparación se produce en edades entre los 5 y los 10 años. Por cuanto a la audición del espacio, los neonatos presentan conductas que demuestran algún tipo de habilidad en este sentido. No obstante, es a partir de los 4 o 5 meses cuando el niño comienza a desarrollar una localización espacial más similar a la del adulto, la primera era bastante refleja. Los niños de 5 años obtienen valores de MAA (mínimo ángulo audible) similares a los de los adultos, aunque el efecto de precedencia, a pesar de mostrar también valores semejantes a los adultos con estímulos simples todavía tiene una menor precisión con tonos más complejos. Evaluaciones auditivas perinatales • Tamizaje auditivo La tecnología actual a permitido el desarrollo de las emisiones otoacusticas convirtiendolo en el estudio ideal para tamizaje auditivo debido a la facilidad para realizarlo, Este estudio nos divide a la población estudiada en dos grupos: 1. Los que pasan el estudio y no requieren más evaluaciones. 2. Los que no pasan en los cuales se deberá repetir en un mes y si no vuelven a pasar se les realiza un estudio confirmatorio de potenciales auditivos del tallo cerebral. • El tamizaje auditivo es una seria de pruebas audiológicas orientadas a la detección de • sordera en recién nacidos. • Su realización es sencilla y deberá ser realizada en los primeros 30 días de vida en recién nacido y todo aquel niño menor de 4 años en que se sospeche sordera. Objetivos • Iniciar el desarrollo de las habilidades auditiva. • Iniciar un programa de integración sensorial y estimulación temprana. • Colocarle prótesis auditivas • Detectar los niños que requieren un implante coclear. • Minimizar el desfase en la adquisición del lenguaje y estructuras lingüísticas Recomendaciones • Si al niño no se le realizaron las pruebas del tamizaje y el padre de familia llega con la inquietud. • Deben de poner atención a las siguientes señales • Cuando un bebé recién nacido no muestra sobresalto ni se despierta ante cualquier ruido del ambiente. • Cuando los bebés y niños hacen mucho ruido durante los juegos. • Cuando un bebé, de más de 3 meses, no voltea al llamarlo. • Cuando el bebé sea demasiado tranquilo. • Cuando el bebé no se altera ante ruidos inesperados. • Cuando un bebé de aproximadamente 1 año no inicia lenguaje. • Cuando un niño, en su primer año de vida, no balbucea ni se vuelve o contesta ante los sonidos y las llamadas normales en una familia. • Cuando un niño, de 2 años de edad, aún no dice “papá” ni “mamá”. • Cuando un niño, a los 2 años de edad, atienda solamente a las órdenes sencillas y básicas, sin mirar a quien las produce. • Cuando un niño, de 3 años de edad, no dice palabras, sino que emite ruidos que no se entienden. • Cuando un niño, a los 3 años de edad, no es capaz de repetir frases de más de dos palabras. • Cuando un niño, a los 4 años de edad, no sabe contarnos espontáneamente lo que pasa. • Cuando un niño, a los 5 años de edad, aún habla como bebé. • Cuando un niño es demasiado pasivo y no molesta. Consecuencias e implicaciones de la deficiencia auditiva La deficiencia auditiva, además de la incapacidad o disminución de la audición, va a suponer en el niño una serie de consecuencias que estarán condicionadas por factores tan diversos como la edad de aparición de la deficiencia auditiva, el grado de pérdida auditiva, el nivel intelectual del sujeto, la existencia de restos auditivos, la colaboración e implicación familiar, la rehabilitación realizada, ... Con mucha frecuencia se comete el error de creer que todos los deficientes auditivos son iguales y que su problema se centra únicamente en su pérdida auditiva, cuando en realidad el problema es mucho más complejo y es el desarrollo integral del sujeto el que se ve afectado de una manera global. Las implicaciones que pueden aparecer como consecuencia de una deficiencia auditiva, serán más o menos significativas en función del grado de pérdida auditiva, si bien este planteamiento nunca se corresponderá totalmente con la realidad, debido a los factores anteriormente expuestos. En el hipoacúsico las consecuencias aún siendo notorias, no supondrán alteraciones insalvables, mientras que en el sordo, las consecuencias son tantas y tan importantes que todo su desarrollo personal se ve comprometido. Implicaciones de la deficiencia auditiva leve (20-40 dB) - El lenguaje del niño no se verá afectado y solo aparecerán pequeñas alteraciones fonéticas. - Presentará dificultad para percibir la voz baja o sonidos lejanos de baja intensidad. - Pueden ser alumnos dispersos, con baja atención. - En muchos casos la deficiencia auditiva es transitoria, como consecuencia de un proceso infeccioso. Implicaciones de la deficiencia auditiva moderada (40-70 dB) - Puede existir un lenguaje empobrecido con problemas de articulación y de movilidad del paladar, lo que supondrá una nasalización excesiva y una intensidad de voz inestable. - Se pueden presentar alteraciones fonéticas y prosódicas de importancia así como alteraciones estructurales en la sintaxis. - Presentarán problemas para percibir una conversación normal. - Pueden presentar aislamiento social y dificultades comunicativas, alterando en ocasiones su integración en el grupo de clase. - Pueden aparecer problemas en el seguimiento del curriculum, debido a su dificultad para comprender adecuadamente las explicaciones y a su pobreza de vocabulario. - Se puede producir algún retraso en el aprendizaje y dominio de la lecto-escritura. Implicaciones de la deficiencia auditiva severa (70-90 Db) - El ritmo articulatorio y los elementos prosódicos del lenguaje están alterados. - Percibirá únicamente sonidos intensos, con dificultad en las frecuencias altas. - Presentará graves problemas en la comprensión y expresión del lenguaje oral. - Se presentarán problemas para estructurar adecuadamente el lenguaje tanto oral como escrito. - Será necesaria una adecuada adaptación protésica. - Los problemas de aislamiento e interacción social se incrementan. - En la mayoria de los casos será necesario utilizar la lectura labial, para compensar su dificultad comprensiva. Implicaciones de la deficiencia auditiva profunda o sordera (más de 90 dB) En pérdidas auditivas profundas o sordera, las consecuencias derivadas de la deficiencia, son muchas y repercuten en aspectos tan importantes como el desarrollo cognitivo, el desarrollo socioafectivo, la comunicación, la personalidad, ... La principal consecuencia que se presenta en una persona sorda es su dificultad para comunicarse con el mundo que le rodea y de ella se van a derivar el resto de implicaciones. Estas son tan amplias y afectan a tantas áreas, que sería muy extenso su desarrollo, por lo que nos centraremos en los aspectos más relevantes. Consecuencias en su desarrollo cognitivo - Su desarrollo cognitivo se ve mermado debido al déficit informativo y la falta de aprovechamiento de sus experiencias, lo que deriva en una falta de motivación para el aprendizaje. - La pobreza de la información que reciben, en ocasiones incompleta e incluso errónea, contribuye a la creación de una personalidad egocéntrica, con dificultad para comprender y aceptar normas. - Presentan dificultades a la hora de planificar sus acciones y de reflexionar, actuando de manera impulsiva e inmediata, sin calcular muchas veces las consecuencias de sus acciones. - La audición es temporalidad, mientras que la visión es estática e instantánea. Por ello para el sordo solo es comprensible el presente, lo palpable, lo físico. Su visión del mundo es estática y presenta gran dificultad para contemplar una situación desde otra perspectiva, por ello les cuesta un enorme esfuerzo intentar comprender otras posturas u opiniones. - Tienen gran dificultad para realizar tareas de abstracción o razonamiento, así como para formular hipótesis o proponer diversas alternativas. - La pobreza o ausencia de un lenguaje interior, dificulta enormemente el desarrollo y la estructuración del pensamiento y del lenguaje. - Los problemas que presentan en la comprensión lectora se deben principalmente a su dificultad para la codificación fonológica y a su pobre memoria secuencial-temporal, así mismo presentan dificultad para comprender determinadas construcciones sintácticas y el uso de los nexos. Consecuencias en las funciones sensoriales y motoras La pérdida de la audición supone la carencia de un sentido fundamental, por lo que la visión cobra un papel primordial. - Se produce un desequilibrio en su estructuración espacio-temporal, dado que su falta de audición no le permite desarrollar adecuadamente su orientación en el espacio - La pérdida del sentido de la audición, supone una dificultad para estructuración del tiempo y la apreciación del ritmo. - Al sordo le resulta imposible aunar experiencia y comunicación al mismo tiempo, la visión es su único canal de información y por tanto no puede dividirlo. A diferencia del oyente no puede realizar una tarea y simultaneamente recibir información auditiva. - La lesiones del oido interno, llevan en ocasiones aparajedas alteraciones del aparato vestibular, por lo se producen problemas de equilibrio en algunas personas sordas. - La falta de audición, supone una disminución de la exploración que el sujeto hace del medio y por tanto la información recibida es menor, reduciendose la recepción de estímulos. Consecuencias en el desarrollo socioafectivo - Los procesos comunicativos de interacción entre el adulto y el niño sordo son más pobres y su contenido se reduce sustancialmente, debido principalmente a la falta de dominio de un código de comunicación común para ambos. Ello supone, la insuficiente explicación de los hechos, el porqué de las cosas, las consecuencias de sus actos, en definitiva, le falta información sobre el funcionamiento y las normas que rigen nuestra sociedad y los valores sobre los que se sustenta. Por ello en ocasiones, el sordo en ocasiones presentará un comportamiento inadecuado, como consecuencia de su desconocimiento y falta de información. - Está dificultad que en ocasiones tienen los padres para comunicarse con sus hijos y dar las explicaciones necesarias sobre las normas familiares y sociales, producen una permisividad, que si se mantiene, es muy perjudicial para el desarrollo de la personalidad del niño. - Las características de tono, intensidad y ritmo, que presenta el lenguaje nos permiten distinguir situaciones comunicativas de afecto, ternura, enfado, etc. . Estas emociones son difilmente percibidas por el sordo, dado que su canal auditivo se encuentra gravemente alterado, limitandose la comprensión de estas situaciones a las percepciones visuales, que en ocasiones dan lugar a errores. - La pobreza de información y la falta de dominio del entorno más cercano, producen como consecuencia, que el sordo se muestre desconfiado, egocéntrico, susceptible y en ocasiones impulsivo. - El sordo, en situaciones de comunicación con oyentes, percibe frecuentemente que no le entienden y que él, no entiende a los demás, por lo que se producen situaciones de incomodidad y aislamiento, que van a repercutir negativamente en futuras relaciones de tipo social con el mundo oyente. - En ocasiones el sordo presenta una baja autoestima, se sienten diferentes al resto de los niños, no tienen un modelo o referente con el que identificarse y su comparación con los oyentes les produce sentimientos de inseguridad e infravaloración. - El sordo presenta con frecuencia dificultad para aceptar la frustración, como consecuencia del bajo control que los agentes externos (padres, profesores, etc.) ejercen sobre su conducta y que resultan permisivos, favorenciendo así mismo el egocentrismo. - El egocentrismo, la inmadurez, la impulsividad, etc. , no son rasgos o conductas inherentes a la sordera, sino que son consecuencia del tratamiento que desde la familia, la escuela y la sociedad, se le da al niño sordo y por tanto modificables en un contexto. Es importante indicar, que en niños sordos competentes en lenguaje oral, todos estos rasgos disminuyen sustancialmente y su comportamiento socioafectivo se normaliza, favoreciendo y aumentando sus interacciones sociales. Conclusión Con la realización de este trabajo comprendimos el maravilloso y perfecto desarrollo del sistema auditivo desde el momento de la fecundación, durante su desarrollo embrionario y al momento del nacimiento, sin dejar de mencionar que no es en el momento del nacimiento que se completa dicho sistema, por el contrario, varios años después continua el proceso de maduración del sistema auditivo y el perfeccionamiento de la audición. Se presento una amplia explicación paso a paso del desarrollo embrionario del oído, de la percepción del sonido en el vientre, en los bebés al nacer y de los niños de poca edad. Además de las alteraciones posibles que provocan deficiencias auditivas, las evaluaciones adecuadas, y las recomendaciones que deben tomar en cuenta los padres de familia para detectar a tiempo alteraciones, que con una intervención a tiempo podría minimizar las consecuencias de una deficiencia auditiva. Bibliografía Moore, (1999) Embriología Clínica, México, Mcgrawltill. Munar E., Rosselló J., Mas C., Morente P., Quetgles M.,(2001) El desarrollo de la audición humana, Universitat de les Illes Balears, España. www.usuarios.discapnet.es/ojo-oido/el-oido.htm www.pediatraldia.cl/anat_fun_oido.htm